¿Vos también decidiste enseñar tu profesión? Charlas, talleres, cursos cortos, webinars, conferencias… ¡Como nunca estamos rodeados de gente que enseña!
Esto es genial. Y no creo que sea una moda, sino un síntoma de lo cambiante que es el mundo actual y cómo nos arreglamos -en todas las profesiones- para seguir aprendiendo.
Pero también pasa que vamos a uno de estos cursos y salimos decepcionados. ¿Cómo es posible?
Como alumna frecuente que soy, preparé cuatro consejos sobre lo que para mí, debe tener una clase para que resulte realmente valiosa. Si estás pensando en enseñar tu profesión, dar un curso o charla, te pueden servir.
Mis 4 consejos para enseñar tu profesión
1. Trabajar arduamente en el contenido del curso
Antes de preparar el tema tenés que pensar a quiénes te dirigís. ¿A los que no saben absolutamente de nada del tema? ¿O quienes que ya tienen cierto conocimiento y vienen a profundizar? Es determinante saber de antemano. Pero como no podés conocer a tus alumnos antes, tu propuesta del curso (aquella que se utiliza para difundir y captar alumnos) debe ser lo más específica posible. De esta manera te va a venir el tipo de alumno al que te dirigís. Si no hacés esto, lo más probable es que prepares una clase «para todo público» y ahí fuiste.
Últimamente me pasa, y también escucho a otra gente quejarse, que los cursos, seminarios o charlas son siempre más de lo mismo. Todo muy amplio, a grandes rasgos. Temas que la gente ya conoce bastante (porque es de su área) y terminan yéndose con muy poco descubrimiento.
Vivimos en la era de la información. Si queremos saber datos generales sobre algo vamos a Google. Pero si vamos a tu curso, un profesional en el área, esperamos conocer todo aquello que precisamente no está en internet: Tu experiencia. De esto se trata enseñar tu profesión. Ese día a día, cómo es el proceso de trabajo, cuál es la realidad frente a la teoría, los trucos que tenés para lidiar con situaciones, sistemas, clientes, proveedores. Todo lo relacionado a ese mundillo al que queremos ingresar o especializarnos. Lo valioso es tu experiencia, tu punto de vista. En esto se debe basar, yo diría al menos un 80% del curso.
2. Lo básico: Puntualidad y materiales listos
Hace poco me volvió a tocar. Llegué justo a tiempo a una clase y el disertante seguía esperando «un poco más» a los que aún no llegaban. Como si todos los alumnos que estábamos ahí no tuvimos que haber lidiado también con el transito, organizarnos para salir a tiempo del trabajo o dejar a los hijos con la niñera.
Honrar a los puntuales iniciando la clase en el horario pactado, es algo que muchos lo vamos a apreciar. Hará que la clase sea más ordenada y créeme que para la siguiente, la mayoría de los que llegaron tarde ya van a saber cómo viene la cosa. Para tampoco matar la clase a aquellos que llegan tarde, podés planificarla a modo que esos primeros minutos sean sobre cuestiones no tan trascendentes.
Otro clásico: Problemas con el proyector, la compu u otros materiales justo al empezar. Todos estos percances, aunque sean pequeños, afectan a tu estado emocional, tu imagen ante tus alumnos y eso repercute en la calidad de tu clase. Llegar una hora antes, ambientar la sala, preparar proyector, ver que los materiales estén listos, no sólo te va hacer ver como una persona responsable, sino que vas a sentirte con muchísima más confianza para arrancar.
3. El desafío de captar (y mantener) la atención
Empezando la clase te vas a topar con el mayor desafío: Captar la atención. Es que entre los adultos todos sufrimos, en mayor o menor medida, algo de TDA. Estar durante la clase mirando el celular, charlando con otros alumnos o repasando mentalmente la lista de pendientes, es a lo que tu público va a tender a cada momento, si no lográs captar su atención. ¿Cómo hacerlo? Ensayando, probando y corrigiendo tu puesta en escena.
Sí, dar una clase para enseñar tu profesión es como salir al escenario a representar una obra ¡No deberías improvisar! La clase debe estar estudiada y cronometrada de principio a fin. Debés conocer cada punto fuerte y débil de la misma. Tener a mano ciertos trucos para capturar, mantener o retomar la atención del público. Es como salir a dar un stand-up. El público cree que al cómico se le están ocurriendo los chistes naturalmente uno al lado del otro, sin embargo cada tono de voz está estudiado. Así también debería ser tu clase.
4. Invitar a hacer
Irónicamente la gran problemática con la que todos nos topamos en esta era, la de la información, es que encontramos muchísimo disponible en internet: Ideas, paso a paso, tutoriales. Todo está ahí. Sólo nos toca hacer. Pero no lo hacemos, lo postergamos quién sabe por qué.
Cuando vamos a un curso presencial, es una excelente oportunidad para que las cosas sucedan. Cuando asistí al curso de redacción creativa en La Guapa, con Santi Morello, él nos dio una introducción con un breve entrenamiento sobre el proceso de escritura, herramientas y luego nos dijo: «Bueno, ahora escriban un cuento. Tienen 30 minutos.» ¡Qué horror! Enfrentarse a la hoja en blanco, hacer andar las ideas, empezar a usar las nuevas herramientas que acabábamos de conocer. Eso es lo que nos hace salir de la zona de confort. Pero para eso vamos a un curso, para aprender. Y para enseñar tu profesión no hay mejor manera que invitar a tus alumnos a hacer.
Hacé de tu clase una experiencia vivencial. Ya sea que esta dure unas horas o (con más razón aún) semanas. Mostrá tu fórmula, proponé ejercicios, armá grupos, incluso competencias internas y esto la va a enriquecer muchísimo. Se van a generar contactos profesionales y descubrir talentos escondidos.
Vivimos en medio oportunidades todos los días, pero al mismo tiempo e irónicamente, rodeados de mediocridad. Para ser un poquito «pro» sólo hay que ponerle un poco de garra y ya salen cosas buenas. ¡Aprovechá!
Muchas felicidades y Gracias a todos los maestros de mi vida, dentro y fuera de la escuela.