Hace unas semanas me vengo preparando mentalmente para redactar mis propósitos y metas del año que viene.
Esto es algo que vengo haciendo hace varios años y cada vez con rituales más significativos.
¡Es útil, poderoso y hasta romántico poner por escrito nuestras metas y deseos!
Pero todos sabemos que con eso no basta. ¡Hacer! Esa es la cuestión.
Como aquella vez, cuando meses después tener a mi bebé, le pregunté a mi mamá qué dieta podría hacer para bajar de peso.
Esperando que me recomiende alguna tipo: Atkins, Scardale, la de la luna, del sol, lo que sea… ella sólo me dijo: «Vos ya sabés todo: Menos grasas, azúcar, pan y más frutas, verduras, agua. No hace falta que sigas una dieta, sólo cambiar tus hábitos.»
Cierto. Siempre lo supe. Sólo tenía que decidirme a empezar. Lo hice y me fue muy bien.
Por eso ahora volví a ese recuerdo…
Yo, que siempre ando buscando y compartiendo con ustedes técnicas de productividad, planificación y organización, como queriendo descubrir cuál es el secreto para lograr nuestras metas de la forma más inteligente y placentera.
Cuando en realidad, estas técnicas son sólo ideas de cómo llevar a cabo el mismo objetivo. Son como las miles de dietas que existen y prometen milagros. Pero todos sabemos que el tema está en remangarse y hacer.
Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Por falta de fuerza de voluntad. Eso es todo.
Cuando decidís quedarte a dormir media hora más, en lugar de levantarte a cumplir aquellos propósitos que escribiste el 31 de diciembre, es porque no tenés fuerzas para levantarte. Pero no hablo de fuerza física, sino de fuerza de voluntad. ¿Qué hacer entonces? ¡Entrenar la fuerza de voluntad!
Sí. Tan simple como eso. Acabo de descubrir, gracias al libro «Autocontrol» de Kelly McGonigal, que entrenar la fuerza de voluntad es tan posible como entrenar tus músculos para levantar pesas.
En su texto ella comienza explicando la evolución que tuvo el cerebro humano para llegar a lo que es hoy. Con su hermoso desarrollo de la Corteza Prefrontal, «un buen cacho neuronal del cerebro situado justo detrás de la frente y los ojos» que es el responsable del autocontrol y de influir en aquella otra parte de tu cerebro que se basa en la impulsividad.
Este libro afirma que tener mayor o menor fuerza de voluntad no se debe exclusivamente a una cualidad con las que nacen ciertas personas. Te invita a comprender cuál es la ciencia detrás de la fuerza de voluntad, y así lograr estrategias para poder controlarte. Todo a través de experimentos personales, para que vayas conociendo tus propias actitudes que terminan saboteando tus planes.
Debo decir que este libro es mi gran hallazgo de la semana, sobre todo por lo que vengo planificando para mi fabuloso 2018. Pero como el libro recién lo empecé ayer, y la autora recomienda tomarse el tiempo para poner en práctica las estrategias y ejercicios (a modo de observar cómo cada idea actúa en la propia vida), este post no es una reseña completa sino una introducción a la idea.
Te invito a vos también a ponerte a investigar más sobre la fuerza de voluntad y cómo fortalecerla. Porque ya lo averigüé: No se vende en frascos.