Las tradiciones en la familia, los amigos o incluso en todo un país, muchas veces comienzan sin el propósito de convertirse en una. Sólo con el paso de los años y la fortaleza de la misma, se puede puede considerar a una tradición como tal. Pero esto no significa que sólo puedan nacer así. ¡Cada fin de año es una excelente oportunidad para crear nuevas tradiciones!
Hace unos años comenzamos una hermosa tradición con mi grupo de amigas: Ir a fin de año a cenar todas juntas, sin excepción a un restaurante súper chuchi, para agradecer el año que acaba, y proclamar nuestros mejores planes y deseos para el que está por comenzar.
Vos sabés lo difícil que es coordinar un encuentro con una amiga. Ni hablar de reunir a todo el grupo. Quizás ya no te sorprende que pase todo un año sin llegar a coordinar todas juntas en una sola salida, ¿verdad?. Pasa.
Pero esta se convirtió en una ocasión especial, inventada por nosotras mismas, con una excusa más que válida para ponernos hermosas y disfrutar de una noche esperada durante un año.
Quizás el primer año que lo hicimos, ninguna de nosotras creyó que sería el comienzo de una hermosa tradición. Creo que la excusa, más que nada, se vino con tener ganas de cambiar un poco el lugar de nuestros encuentros (cafeterías, bares) por un lujoso restaurante, que además requiera de una esmerada producción en el estilismo. Sí, así somos las mujeres a veces, queremos tener un evento elegante para poder vestir ese hermoso atuendo que nos compramos sólo porque nos encantó (y además nos quedó perfecto!). Despedir el año se convirtió en la excusa perfecta para satisfacer por completo estas necesidades tan superfluas.
La cosa es que, más allá del glamour de una cena digna de tres estrellas en la guía Michelin, lo que definió a estos encuentros fue el ritual que comenzamos: Hablar sobre nuestro año y decir en voz alta nuestros planes para el siguiente. Este compromiso que tomamos entre todas -pero sobre todo cada una consigo misma- se fue convirtiendo en algo muy especial. Fuimos comprobando, año tras año, el poder que tiene la palabra expresada de adentro para afuera, el deseo y los planes escritos, y sobre todo el sentimiento de agradecer de antemano, confiando fervientemente en que se cumplirá.
En los últimos tres años innovamos la tradición, implementando una Cajita de Sueños. Este ritual, ideado por Vivi, consiste en dejar por escrito todos los sueños y proyectos que tenemos para el año que viene y guardarlos en una caja. Puede hacerse de forma personal o compartiendo con las demás (generalmente ninguna lee en voz alta lo que está en ese papel, más bien queda en secreto).
Llegado el momento, antes de depositar el papel en la cajita, cada una habla de lo que fue su año, de los deseos cumplidos que se habían escrito el año anterior, de los que aún no se cumplieron y de aquellos que se prefieren modificar. Todo está permitido. Luego se brinda con champagne y se deposita el papel en la cajita.
Si nos viesen, somos como nueve nenitas escribiendo cartas a Papá Noel. Puede parecer infantil pero en realidad es una acción muy poderosa. Lo irónico de pedirle a un adulto que escriba sus deseos, es que al final le cuesta más de lo que se imaginó. Es normal. Por eso, hacer algo así cada año nos ayuda a determinar nuestras prioridades y, de alguna manera, nos compromete con nuestros sueños.
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Además, a nosotras este ritual nos ayudó mucho en seguir manteniendo fuerte la llama de nuestra amistad. Por eso decidí compartir esto con vos, para que te inspires y te animes a probar algo similar. No necesariamente puede ser tal cual, a nosotras nos viene genial este formato porque, además de compartir entre todas una particular debilidad hacia el mundo gourmet, los tragos y los postres, nos gusta salir a lugares donde podamos conversar durante horas, sin mucho barullo (sí, re-abuelas), y más cuando se van a tratar temas tan especiales. Pero bien puede ser un viaje corto, un campamento, una merienda, una salida a bailar, lo que sea que las una.
Una tradición requiere su tiempo. Es como una semilla que se planta con la certeza de que, si se la cuida con paciencia y cariño, va a florecer y mientras se la siga regando, se va fortalecer cada vez más. Lo bueno es que se disfruta desde el primer momento y durante todo el proceso.