Si madrugar o trabajar horas extras se está tornando en la constante de tu vida, te sugiero hacer un stop y reflexionar:
¿Cuáles son los factores que te llevan a esto (¡una y otra vez!)?
Sabés que trabajar duro no es sinónimo de eficiencia. Es momento que te detengas, identifiques los cambios y pongas en práctica una solución.
1. Lo más importante primero, todos los días
Parece muy obvio, pero debo recalcarlo. No siempre hacemos lo importante primero, sino lo urgente. Así es como vivimos resolviendo urgencias y se nos pasa la semana, el año, la vida.
Tomarte un par de horas a la mañana (el mejor momento para producir eficientemente) para trabajar en lo verdaderamente importante, hace la diferencia entre lograr resultados o estancarte.
Ese proyecto brillante que no sale de tu mente está ahí y seguirá estando mientras sigas pretendiendo que vas a encontrar un día y momento ideal para dedicarte de lleno a él. Tal cosa no existe. Vas a tener que hacer un lugar en la agenda, aunque sea a la fuerza, para trabajar en lo importante, al menos un par de horas, todos los días.
Lo mejor de todo es que, esta dosis de trabajé-en-lo-verdaderamente-importante de todos los días te va a dar una energía y entusiasmo tremendos, para enfrentar todo lo demás que debas hacer más tarde. Doble recompensa.
2. Entusiasmo, planificación y acción (en ese orden)
El entusiasmo es esencial para emprender, es el combustible de nuestra motivación. Pero así también puede ser un arma de doble filo. Y cuando hablamos de trabajar inteligentemente, la planificación es crucial. Muchas veces, movidos por la fuerza del entusiasmo, caemos en la tentación de accionar ya, sin al menos un bosquejo. Terrible error.
Luego del éxtasis que nos da el hallazgo de una nueva idea o posible solución, es importante atajar las ganas de accionar y primero volcar las ideas al papel, los números una planilla de Excel y las fechas a un calendario. También es crucial consultar a otras personas, obtener diversos puntos de vista e investigar en diferentes sectores.
Llegado este punto pueden pasar dos cosas:
- Que se te pase el entusiasmo inicial y se te pinche el globo, o
- que tengas más claro todo, mejores ideas y más motivación.
Con cualquiera de estos dos resultados, esta planificación inicial habrá cumplido su misión.
3. Documentar procesos, sobre todo aquellos más tediosos
En todos los trabajos, hasta en el más cool, hay tareas que no nos gustan hacer, ya sea porque no son de nuestra expertise o porque “no nos gusta nomás luego”.
¿Cuál es la tuya?
- ¿Hacer cálculos para elaborar presupuestos?,
- ¿Redactar una propuesta que ni siquiera sabés si saldrá?,
- ¿Plasmar tu idea en un PPT?,
- ¿Presentar informes sobre lo realizado en los últimos 6 meses (¡que ya ni te acordás!)?
Para estos males necesarios, lo que te sugiero es documentar brevemente todos los procesos: Las actividades que más te cuestan, el tiempo que te lleva cada cosa, los imprevistos que surgen, los descubrimientos de para hacerlo más fácil.
La idea es que logres confeccionar un pequeño paso-a-paso de cómo lo vas haciendo, para que a la siguiente vez, tengas un modelo a seguir, hacerlo con mejor predisposición y mayor eficiencia.
4. Volver a preguntarte por qué lo hacés y priorizar tu paz mental
¿Por qué trabajamos? Para comer.
Esa es la necesidad número uno de todo ser humano.
Si esa necesidad básica ya la tenés cubierta hace rato, significa que de ahí en adelante todo lo que hagas será para mejorar tu calidad de vida.
Tu trabajo entonces es sólo un medio para no morir de hambre, y debe ser un aliado para avanzar hacia la autorrealización, no para llenarte de estrés.
Volver a mirar la pirámide de Maslow, y tratar de descifrar en qué parte de ella estás en cada etapa de tu vida, es siempre un buen ejercicio. Porque es demasiado fácil que, en medio de la vorágine diaria de este sistema con el que se mueve el mundo, quedemos atascados en el escalón de “Necesidad de Reconocimiento”.
Pensar que aguantar a un jefe prepotente o a un cliente malcriado es necesario para cubrir todos los altos costos que creés que te regalan calidad de vida, es un despropósito gigantesco. Priorizar tu paz mental, tu dignidad, el respeto hacia tu persona (empezando con el auto-respeto) son las prioridades que te harán llegar más fácilmente hacia la anhelada autorrealización.
Trabajá menos. Trabajá mejor.